martes, febrero 06, 2018

HACE UNOS DÍAS compré esta novela en una tienda de segunda mano de las que han comenzado a proliferar y que si mal no me equivoco pertenecen a una franquicia. Entró un hombre con un bolsón enorme y otro que venía a cobrar los libros que les hubieran interesado, por si les había interesado alguno finalmente a la librera-compradora. Libros al peso o libros que selecciona la misma librería de segunda mano para su venta. Había una mujer para toda la librería, atendía al teléfono, atendía a los vendedores, atendía a los compradores y los atendía también mostrándoles bolsas especiales de regalo, de embalaje o de uso habitual y reciclable. Todo era susceptible de comprarse o de venderse. La gente pululaba arriba y abajo, por las esquinas, en cualquier recoveco te encontrabas a alguien buscando un buen saldo que llevarse a casa, al sillón con orejas o a la cama.
Busqué en un principio por la zona de poesía. Un poquito de Endymion, nada de DVD Ediciones... autopublicaciones pésimas, horriblemente editadas, buenos sentimientos embutidos en cubiertas de papel satinado... Así que apareció en el apartado de novela esta de Handke y que recuerdo haber leído "hace mil de años" que es como se dice ahora, pero nada, no recordaba nada... ¿la película es de W. Wenders? ¿en la primera escena sale un tipo en un campo de fútbol algo así como El Plantío en Burgos... cemento, césped y jugadores, vallas de color verde años ochenta y gritos...?
La novela empieza bien: un tipo que va a su trabajo. El jefe que le mira y sin palabras es despedido. Una obra, un curro, un pasado como portero de fútbol... soledad, sin familia, un bar gris. Decadencia y alienación. Edad suficiente como para darse cuenta de que todo o casi todo va ir a peor. Y empieza la labor de desrrealización psicológica del personaje, el vivir en una realidad que va perdiendo sus asideros incluso la capacidad de reconocer los objetos o la terrible sensación de que se pierden los vínculos con la realidad y todo se vuelve hueco y vacío. Un asesinato, un niño que desaparece, noches en el bar como aquella película de Béla Tarr, Werckmeister harmoniak, o la fotografía de aquel Café Lehmitz de Anders Petersen, la exposición en Centro Cultural Cibeles que no me dejó indemne. La extremada belleza de lo feo. Es lo que me recuerda ahora, tangencialmente por supuesto.

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